Siempre he estado dispuesto al debate. Desde que creé este espacio, he intentado establecer las condiciones adecuadas para aclarar la fuente de conflicto entre dos posturas enfrentadas: los enfoques evolutivos para atletas y personas corrientes, o el impacto que estas tendrían en la Salud al margen del marco de entrenamiento. No obstante, muy a mi pesar, he llegado a la conclusión de que en los formatos actuales, debatir sobre alimentación evolutiva, dietas basadas en animales, el famoso LDL, los niveles de colesterol o el veganismo, lamentablemente son una tontería, una pérdida de tiempo, y una generación de ruido que al paciente o la persona que quiera entender algo, le va a costar separar el ruido del mensaje verdadero. A continuación quiero exponerte mis razones.
“No rehúyo el debate por miedo a perder. Rehúyo el circo.”
Durante años he recibido invitaciones, provocaciones y desafíos para debatir con influencers veganos, defensores de dietas basadas en plantas o autoproclamados “divulgadores científicos” que viven del enfrentamiento.
Nunca he rehuido el debate. Desde que creé este espacio, mi intención siempre ha sido aclarar, no atacar; educar, no polemizar.
Pero con el paso del tiempo comprendí algo que cambió mi perspectiva: en los formatos actuales, debatir no tiene ningún sentido. No porque falten argumentos —la evidencia biológica, evolutiva y ecológica es abrumadora—, sino porque el formato mismo está podrido.
Los debates de hoy no son espacios de comprensión, son espectáculos de validación tribal, diseñados para reforzar sesgos, generar clips virales y vender una moral prefabricada.
Por eso no debato con veganos.
No porque tema perder, sino porque rehúyo el circo.
EL DEBATE COMO CIRCO Y EL DIÁLOGO QUE YA NO EXISTE
Un debate, tal y como hoy se plantea en redes, no busca verdad: busca validación.
El público no asiste para aprender, sino para confirmar lo que ya piensa.
Los algoritmos no premian el matiz, sino la provocación.
Y los creadores no discuten para llegar a conclusiones, sino para ganar engagement.
En ese escenario, la verdad no tiene tiempo.
No hay espacio para explicar por qué la luz del sol modula la leptina, ni por qué una vaca regenerando suelo es un acto de simbiosis, ni por qué la nutrición humana no puede reducirse a calorías o macronutrientes.
El formato de debate destruye las pausas, los matices y la pedagogía.
El resultado es una caricatura: una colisión de frases cortas y emociones superficiales, sin posibilidad de comprensión profunda.
Yo no participo en eso porque convierte el conocimiento en espectáculo y la ciencia en ruido.
No me interesa “ganar” un debate.
Me interesa que la gente entienda.
LO QUE SÍ DESEARÍA: ELEVAR EL FORMATO
Me encantaría debatir en un formato verdaderamente enriquecedor, donde el objetivo no fuera vencer, sino hacer entender. Un espacio donde se pueda explicar, punto por punto, con calma, datos y fisiología. Donde quien escuche —sin sesgos ni banderas— pueda comprender realmente de qué hablamos cuando hablamos de metabolismo, evolución o ecología regenerativa.
Pero ese formato hoy no existe. Las redes actuales no lo permiten. Y mientras no exista, mi batalla será otra:
crear contenido estructurado, visual, pedagógico, que desmonte los “claims” del veganismo sectario desde la explicación, no desde la confrontación.
No quiero competir en un ring de egos. Quiero construir una escuela de comprensión.
LOS TRES PÚBLICOS Y EL ÚNICO QUE IMPORTA
He observado siempre tres tipos de espectadores en estos enfrentamientos:
1. El creyente vegano, que busca reafirmar su dogma moral.
2. El ex-vegano resentido, que busca venganza o revancha.
3. El curioso, el que solo quiere entender cómo cuidar su salud
pero carece de herramientas para interpretar los datos o la biología.
Los dos primeros no escuchan; esperan su turno para hablar.
El tercero sí escucha, pero no sabe a quién creer.
Y ahí está el verdadero campo de batalla: no en el enfrentamiento, sino en la pedagogía.
Porque el cambio real no ocurre cuando un bando “vence”, sino cuando alguien comprende.
MOTIVO CENTRAL: EL RUIDO HA SUSTITUIDO AL CONOCIMIENTO
Debatir hoy es infructuoso no por falta de argumentos, sino por el entorno hostil, sesgado y emocional que domina la conversación.
El mensaje que intento transmitir no busca evitar el debate, sino elevarlo: reconstruir un diálogo basado en evidencias, datos sólidos y claridad comunicativa.
Pero eso solo es posible si se desmonta antes la estructura que lo sabotea: las falacias, los sesgos cognitivos y las trampas retóricas que contaminan cada intercambio público.




